domingo, 30 de enero de 2011

Una segunda oportunidad




En una pequeña población de Austria, llamada Herrnbaumgarten, situada a tan solo, una hora en coche desde Viena y, muy cerca de la frontera checa, se halla uno de los museos más insólitos de cuantos existen. Se trata del Nonseum, un museo que alberga más de 250 inventos que nadie necesita. De hecho, el nombre del museo ha sido obtenido de la mezcla de las palabras “nonsense” (sin sentido) y “museum” (museo).

La idea de su fundación surgió en el año 1983, cuando dos lugareños llamados Fritz Gall y Umscheid Friedl, se encontraban degustando unas cervezas y observaron como una camarera reutilizaba un mantel manchado de goulash. A partir de ahí, inventaron una mesa tridimensional, con forma de cubo y mantel incorporado, de tal forma que pudiera ser usada seis veces sin tener que cambiar el mantel. Y, al año siguiente, organizaron la primera feria austriaca de inventos sin sentido, para mostrar su nuevo proyecto. El éxito fue arrollador, de 37 invitados esperados, acudieron más de 5.000. Después del triunfo obtenido, decidieron reunir en un mismo lugar todas las invenciones, por raras e inútiles que parecieran y con una subvención del gobierno nació el nuevo museo. Por algo, siempre se ha dicho que, las mejores ideas se forjan en el bar…

Actualmente, el museo es de propiedad privada y esta cofinanciado entre el gobierno y la Asociación para la utilización del exceso de pensamiento, como no podía ser menos. Y, en estos días, acaban de celebrar sus 100.000 visitantes.

Entre sus inventos más “ilustres”, podemos encontrarnos con: un paso de cebra portátil, un trineo de nieve plegable, un protector de tacón para zapatos, un bastón con ruedas, camas para insomnes, chupetes para adultos, bolsas de dormir para murciélagos, un “anonimalizador” personal, atrapa corchos, un trombón con mira telescópica, y un sinfín de artilugios, de lo más variopinto.



No se a vosotros, pero a mi me encantaría visitar este lugar. Tanta imaginación encerrada en un lugar tiene que ser digna de ver, aunque más me gustaría, hablar con alguno de sus inventores para que explicase la utilidad de alguno de los inventos. Al final, no se si todas las piezas de este peculiar museo encontrarán, alguna vez, uso en la vida cotidiana pero, si las cosas inútiles se merecen una segunda oportunidad, ¿Qué debemos merecernos todos nosotros…?.

Hasta la próxima reflexión.

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