lunes, 10 de enero de 2011

Requiescat in pace


Hace unos días, nos ha abandonado un ser excepcional, Don Ramón Gonzalo Moreira, ecuatoriano de 72 años y procreador nato. Un derrame cerebral, le ha impedido reunir a sus 96 hijos, y a sus 200 nietos (cifra, esta última, estimada que no ha podido ser confirmada por la familia). De hecho, aunque fue un entierro muy “concurrido”, tan solo asistieron a su funeral 52 vástagos de su extensa prole y desconocemos cuantas, de las 49 mujeres que trajeron al mundo a sus retoños, se dieron cita, junto al difunto de cuerpo presente.

Según declaraciones de su última compañera y amante, Katiuska Argote, (otro ser excepcional), con la cual convivió, los últimos 26 años de su ajetreada existencia y con la cual tuvo 7 de sus hijos, Nunca me mintió, me dijo que tenía 50 hijos (cuando lo conocí) y yo no le creí, pero era cierto y después siguió teniendo hijos conmigo y con otras mujeres. Sinceramente, yo tampoco le hubiese creído. Eso sí, probablemente, yo no hubiese aguantado vivir 26 años junto a una persona que, una noche está en mi cama y otra, vaya usted a saber donde.

No se puede decir que el Sr. Moreira, no fuese un trabajador incansable. Fue marino, camionero, contrabandista de combustible y aceite, comerciante, pescador y hasta regentó un hotel con restaurante playero. Algo necesario, si quería alimentar a toda su descendencia. Me mareo, solo de pensar como sería la mesa, cuando celebrase un cumpleaños o alguna fiesta. Por otra parte, el nuevo Casanova del siglo XXI, padeció tres derrames cerebrales, una ulcera y un infarto, aparte de sus habituales “calenturas”. Normal, tanto trabajo y tanto toma y daca, no podían acarrearle nada bueno. Menos mal que no llegó a conocer la viagra...

Sin menospreciar, la hazaña de este ecuatoriano, digna de figurar en el Libro Guinness de los Records, y a pesar de que él aseguraba: “todo lo hice con amor”, es difícil creer que, D. Ramón Gonzalo haya estado enamorado de 150 mujeres y que su amor se haya visto correspondido, por todas y cada una de ellas. Sobre todo, teniendo en cuenta que, se casó tan solo una vez, y que, a las cinco horas de que naciera su tercer hijo, nacía en el mismo pueblo, su cuarto heredero del vientre de otra mujer.

Después de revisar su alocada vida, me inclino a pensar que D. Ramón no era feliz, que no había encontrado el verdadero amor, y que seguía buscándolo, detrás de cada nueva conquista… El amor es un sentimiento que se debe alimentar con responsabilidad y respeto, si no, es difícil que perdure en el tiempo y, mucho menos, que aporte la felicidad que deseamos. Pero, Ramón no se paró a respirar y a evaluar su vida, ni la de sus mujeres, ni la de sus hijos, tan solo vivía…

En muchas ocasiones, hay que parar para afilar el hacha, si queremos seguir talando árboles…

Hasta la próxima reflexión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario